Gotas silenciosas
a hurtadillas,
se cobija tras un ladrido su nombre
y su rumor huidizo.
Lo tengo tan estrechamente
cubierto en la niebla peligrosa
de una muerte,
sin embargo, lo espero,
sumergido en la lejanía
y los albores.
rozándome los pechos, bajo una lluvia
torpe,
pero esta lluvia me recorre.
En el cuello crece un azote,
en el fondo de esta urna sin luz,
en el medio de toda la niebla
carcomiendo mis uñas
me atosigo.
en las noches negras suyas,
sin gestos, sin ojos, sin vida.
Déjame serena como trisa el ave
en la rebujiña,
amando el vocablo dulce que no tengo,
pues necesito cobijarlo,
escamoteado por las horas.
Aún con todas las casas del mundo
no lograré despojarme de mi vivero,
donde he dormido a sobresaltos,
donde ha temblado sugestiva paz.
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