sábado, 5 de junio de 2010

Escultor de la mañana

Escultor de la mañana

penetraste tu cincel en mis tejidos,

mis gritos presos te hicieron sangre,

montaña desbordada, siempre fuego

en mis entrañas asidas a ti,

de tus ojos invisibles, campanarios de mi templo,

donde sólo tú sacerdotizas,

yo única feligresa te confieso

este piélago nocturno de undívagos quejidos

agarrándome a tu pecho,

bebiendo el manjar lácteo

que me hechiza, que me enciende,

hasta hacerme trapíos en mi lecho.

Caminé como una loca

por los senderos que me guiaron tus manos

en mis sexo y tus arterias.

¡A la mierda hipócritas y timoratos

que se duermen la vida!

que no comprenden,

que el cielo está en la tierra,

y nosotros somos sus dueños.

Agradecida estoy desde que bebo

de tu boca el placer golosa

moribunda y mancillada de tus besos.

Lo nuestro será un sepulcro,

sobre mi catafalco posarás tu flor,

la que quisiste sexo, la que quisiste rosa

y antes de ponerme en tierra,

tómala y bésala

Devórala.

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