domingo, 6 de junio de 2010

PRÓLOGO DE OMAR LARA

MUJER: NUESTRA PIEL ANCHA DE FUEGO

de ANA ROSA BUSTAMANTE

Si hubiese que caracterizar en pocas palabras la poesía de Ana Rosa Bustamante algunos conceptos obligados serían: intensidad, experiencia, dominio del lenguaje,

coherencia entre el discurso y la actitud íntima para expresarlo y definirlo en la palabra

precisa.

Se trata de una poesía fuertemente anclada en la realidad, en que los elementos históricos sociales y personales se funden y dialoga con armonía, con severidad y con cierta opulencia expresiva. Cuando decimos realidad nos referimos a todas las posibilidades de ejercer una vigilancia y una puesta en escena de la palabra en torno y en función de las sugerencias que recibe de un entorno, aun cuando esta pueda henchirse de las innúmeras posibilidades que le ofrece la imaginación y la fantasía. Imaginación y fantasía que, sin embargo, no se exasperan ante esa oferta expresiva sino que se complacen en descifrar acertadamente las posibles ambigüedades de esa relación.

Aprecio en la poesía de Ana Rosa también su fuerza, su constancia en la búsqueda y lo que veo como una epifanía de la libertad. La poesía de Ana Rosa es libre, es poderosa, es sensual en el sentido más pleno y liberador de la sensualidad: la sensualidad de la mirada, de la recepción de los fenómenos del mundo, del goce en la forma y la actitud de instalarse en el mundo.

Muchos de los versos de esta poeta son de los más sugestivos, audaces sintácticamente y complejos en la acentuación de las materias poetizadas que he leído en la poesía escrita últimamente de poetas sin divulgación escrita amplia. Poesía sosegada y turbulenta, contenida y explosiva, ella es bastante más que una promesa, es una realidad que ojalá encuentre el cauce y las posibilidades de darse a conocer a un público mayor. Lo deseo sinceramente.

Omar Lara

Escrito

Premio de Extensión Cultural I. Municipalidad de Valdivia 1972

Marzo de 2007

sábado, 5 de junio de 2010

Sácame el vestido


Al borde de una llanura,

Eros de mis sueños,

vigilante de esta comarca.

Puedes tocar con tus dedos la estría donde

duerme tu último beso cierto.

Al comienzo de cada noche cuando avanza la prisa

de encenderla, me gusta redibujar tu periferia,

con un redoble de eufónicos vientos,

y comparo tu relincho de goce

a los truenos de madrugadas hambrientas.

A sabiendas te pido no me abandones,

aunque no eres el primero, pero sí yo seré la última

que abrevas en un enjambre de palomas sedientas

de ti.

Hábitame imperiosamente,

me resigno a tus dudas

y me protejo del glaciar de las frígidas.

Sácame el vestido,

despójame,

amasa el humedal que te pertenece bajo mi falda,

no hagas más distancia entre tu sexo y mi sexo,

que no huya en desorden el beso vacío.

Quiero que me riegues tu espesura semental,

esa humedad mía se detenga en tu pubis,

seamos sangre de un mismo torrente.

Quiero tu gemido, luego tu mordedura,

para guarecerte entre las joyas más preciosas

de esta mujer tuya y

mis gemidos se apresuren,

tus manos, bajen a mi vientre acezante,

minuciosamente te juntes a mi cuerpo

con un bravo jadeo de tu boca

y me enloquezca,

hasta cuando llegues a mis vellos,

bajes a mi vulva y el botón que la adorna,

te hundas en mí con tu requiebro sabio,

hasta el alma, hasta el cielo, hasta la muerte.

Guardemos viejos besos

Vendrán las olas de fuego envolviendo

nuestro arrastre a los vientres turbulentos,

donde nadie conoce tus tesoros húmedos,

breves y fugitivos, ni las eternas piedras cabrioladas.

Guardemos los viejos besos nupciales que se confunden

con los tiernos, ventanales nuevos, de ahora,

permanecen en las hojas de los libros de versos escritos porque

fueron parapetos nuestros.

Sostuvo en aquella época todas las llaves del tiempo

en toda su latitud donde renueva el árbol,

el fruto maduro y nuestros cuerpos caen casualmente

a los charcos con su barro y sus hojas quebradas,

así,

no serán confundidos con ningún ruido de mar,

ni lluvias caprichosas monótonas, para acallar

el chasquido hormonal de la cálida tierra.

Sólo nos ahogaremos en las olas de fuego

que nos juntarán, una vez y otra vez,

ya no en un lecho irremisible ni

haber bebido de las fuentes oscuras besos clarividentes.

Nuestra simbiosis de sueños y tardes, de tardes y sueños,

en un roquerío piadoso fuera del mar nos apareamos

alucinados,

bajo la umbra de la noche sacra, dormirás, dormiremos.

Ven, roza tu oído en mi estría

donde oculto el rumor de tu beso

allí mi boca redibujó tu periferia surgiendo el redoble

de tu relincho,

ahora el olvido es tan largo como la noche de un niño.

Huéleme desnuda, huéleme sudorosa,

habítame, puedo ser tu diosa de las fuentes y

de los partos de tus madrugadas,

con tu despertar de pólvora en la proximidad

de la mañana indómita.

Hábitame puedo ser tu diosa.

Gotas


Gotas silenciosas

a hurtadillas,

se cobija tras un ladrido su nombre

y su rumor huidizo.

Lo tengo tan estrechamente

cubierto en la niebla peligrosa

de una muerte,

sin embargo, lo espero,

sumergido en la lejanía

y los albores.

rozándome los pechos, bajo una lluvia

torpe,

pero esta lluvia me recorre.

En el cuello crece un azote,

en el fondo de esta urna sin luz,

en el medio de toda la niebla

carcomiendo mis uñas

me atosigo.

en las noches negras suyas,

sin gestos, sin ojos, sin vida.

Déjame serena como trisa el ave

en la rebujiña,

amando el vocablo dulce que no tengo,

pues necesito cobijarlo,

escamoteado por las horas.

Aún con todas las casas del mundo

no lograré despojarme de mi vivero,

donde he dormido a sobresaltos,

donde ha temblado sugestiva paz.

Espectro, chorro ¡

Espectro,

chorro,

velamen,

me vives los días candil

lúbrico

que alumbra la siembra.

Aquí me tienes

y me abres tu pecho para libarlo,

para chupar tu colibrí abandonado.

Bálsamo empozado en la duramadre,

tus roces que imagino más que mis horas

queda poco tiempo de horas.

Poesía, tu posesión sortilegio,

mi habitación lleva tu incienso

desde tu manantial seminal mío.

Eres mía


Levanta el polvo - todos los sonidos del mundo-

el viento irreverente.

Guías mi mano muerta, la encaminas ciega.

Mírame,

aquí estoy, así, mírame

arrinconada a la sombra de un dios,

rezo las maldiciones

cuando llegó tu silencio.

Los hojas se revuelcan y mi soledad las soporta

en los espacios anchos como tu olvido,

dejo a la espera incierta vadear el infierno.

Si me llamaras por mi nombre,

trizas tu imagen quedada en mis sienes desiertas ahora.

Si sólo me dijeras, ¡eres mía!

Cuando te hablo,

tiembla tu boca al acecho

que partió a puñal mis sentimientos

artimaña que te arrogas,

porque la realidad se me nubla.

Tu boca, tus ojos que siempre me miran,

tu lengua que arrebatara mi sangre.

Tus manos que se hundieron en mi pubis para hacerme posesión,

entrando en mí, embriagado, impenitente tu lanza

yace hasta hoy tu semilla en mí que pudo ser vida,

te acalló la infamia hasta perderte

en fosas antiguas,

te quedaste en el ictus del verso más bello.

Tu amor fue un niño, mi amor, el tiempo de un niño,

olvidarás la suavidad del médano y su turgencia,

me olvidarás.

Si sólo me dijeras ¡eres mía!...

El caracol me penetre

En esta tarde gris

de sábado valdivia

por la calle se acercan

unas horas de amor,

¡cómo ha caminado el fuego aquel!

¡cómo paso a paso ha abierto mis latidos

tu posesión!

Y te has hecho historia,

y te has hecho hoy,

y te has hecho lo que queda de mi vida.

Has recogido mis soledades,

la brizna diminuta del cielo gris

que se ha posado en mi lacrimal

que tú enjugas,

en mi boca entreabierta, en mi cuello valle

donde posa tu tibieza que cautiva

mi memoria.

Hoy que me llenas de ausencia,

al galope mi pulso corre,

en busca de la sombra,

que me avise de tu luz,

que alumbrará siempre

todas las tardes grises

de los sábados valdivia

del invierno en mi piel,

y te quedes en mí

con ese beso promesa.

Que se extienda tu labio

en mi pensamiento,

tu otro labio en mi paso inmóvil,

y en el centro de mi cuerpo

el caracol de tu voz me penetre

y me fecunde ese hijo,

el único testigo de este barco

que llevamos al confín.

El alba entró cansada


El alba entró cansada,

sus pasos envejecidos

con el recuento de tus besos.

Te llamé tras el hierro candente que me graba el molde de amor,

que me infunde tus ansias,

para que ames a esta rosa impura.

Aquí estoy puente en el mar,

cautiverio de tus rostros,

tallo quebrado del único rosal,

mariposa sin alas, en todo su prado amplio y reticente a la aurícula torrentosa,

sola, sola,

irreconciliable con tu juego fatuo,

cavilosa, cirio fúnebre, paso torcido, la zanja me acoge con tu olor y tus caminos,

mis sueños son piedras gastadas, pero aún pesan en mi alma, adobes de miel a destiempo,

tú eres el océano, y yo todos los ríos,

¿dónde está tu exilio?,

acude a mi llamado,

dueño mío.

Donde grita la roca sus vientos


Sostengo de mis labios

las secas hojas, relucen sobre el agua oscura

del charco de otoño

y la herrumbre de océanos

me muestran los pirueteos proscritos,

y te ocultas donde grita la roca

sus vientos,

y amenaza a un barco a la deriva.

Artesano, artillero,

secreto que llevas audible fuego,

entras a mis feudos, violas mi ascetismo,

pináculo de gloria de una flor que acunas.

Me asedias con el frío perpetuo de tu sombra,

enjuta,

por tu repetido hálito, cuando me nombras

y me nombras, y me besas y me besas,

volcán de mis desbocados reflujos,

cedo a tu asedio, sin embargo, maldita sea.

¿Ve alguien los vastos soles de donde soy?

¿veían cuando me asfixiaba con una lágrima

o un hilillo de mi voz amanecida?

Ahí vi el reflejo de mis rasgos

cuando en mi vientre rugieron los anidados

miocardios henchidos,

ansiosos se debatieron halcones con sus zarpas,

se disputaron lo que parecía mi carne.

Tengo el Apocalipsis y un lirio rosa

colgado de mi barbilla abúlica.

Así prefiero

Así prefiero sin tristeza

saber que tus fauces me entregan

un beso delirante en los mundos convulsos

para olvidar el mundo.

Así prefiero cuando

el respiro se hace laborioso

y la vida empequeñece tu quehacer.

Así prefiero

que tus manos sean raigambre

en mis carnes

y me amoldes a tu boca y a tu luna, a tu sombra

y a tu cuerpo.

Así prefiero,

me sobrecoja el gemido

desde tu océano de estación secreta

tumultuosa de noches, de madrugadas

que portas en tu mano, en su concavidad plácida

y en tu cadencia fálica

cuando impulsa en mi corazón un aleteo

a tu mar adentro.

Así prefiero el mundo hecho muslos abiertos,

entroncado a la tierra con mi nombre

en la extensión irredenta,

luego magma se quede en el tiempo.

Así prefiero en fugacidad tu beso

y yo te daré mi boca, mis abismos

con todos sus cráteres

en imbatible fuego.

Escultor de la mañana

Escultor de la mañana

penetraste tu cincel en mis tejidos,

mis gritos presos te hicieron sangre,

montaña desbordada, siempre fuego

en mis entrañas asidas a ti,

de tus ojos invisibles, campanarios de mi templo,

donde sólo tú sacerdotizas,

yo única feligresa te confieso

este piélago nocturno de undívagos quejidos

agarrándome a tu pecho,

bebiendo el manjar lácteo

que me hechiza, que me enciende,

hasta hacerme trapíos en mi lecho.

Caminé como una loca

por los senderos que me guiaron tus manos

en mis sexo y tus arterias.

¡A la mierda hipócritas y timoratos

que se duermen la vida!

que no comprenden,

que el cielo está en la tierra,

y nosotros somos sus dueños.

Agradecida estoy desde que bebo

de tu boca el placer golosa

moribunda y mancillada de tus besos.

Lo nuestro será un sepulcro,

sobre mi catafalco posarás tu flor,

la que quisiste sexo, la que quisiste rosa

y antes de ponerme en tierra,

tómala y bésala

Devórala.

Del libro Nuestra Piel Ancha de Fuego (2007)

MUJER: NUESTRA PIEL ANCHA DE FUEGO

de ANA ROSA BUSTAMANTE

Si hubiese que caracterizar en pocas palabras la poesía de Ana Rosa Bustamante algunos conceptos obligados serían: intensidad, experiencia, dominio del lenguaje, coherencia entre el discurso y la actitud íntima para expresarlo y definirlo en la palabra precisa.

Se trata de una poesía fuertemente anclada en la realidad, en que los elementos históricos sociales y personales se funden y dialoga con armonía, con severidad y con cierta opulencia expresiva. Cuando decimos realidad nos referimos a todas las posibilidades de ejercer una vigilancia y una puesta en escena de la palabra en torno y en función de las sugerencias que recibe de un entorno, aun cuando esta pueda henchirse de las innúmeras posibilidades que le ofrece la imaginación y la fatasía. Imaginación y fantasía que, sin embargo, no se exasperan ante esa oferta expresiva sino que se complacen en descifrar acertadamente las posibles ambigüedades de esa relación.

Aprecio en la poesía de Ana Rosa también su fuerza, su constancia en la búsqueda y lo que veo como una epifanía de la libertad. La poesía de Ana Rosa es libre, es poderosa, es sensual en el sentido más pleno y liberador de la sensualidad: la sensualidad de la mirada, de la recepción de los fenómenos del mundo, del goce en la forma y la actitud de instalarse en el mundo.

Muchos de los versos de esta poeta son de los más sugestivos, audaces sintácticamente y complejos en la acentuación de las materias poetizadas que he leído en la poesía escrita últimamente de poetas sin divulgación escrita amplia. Poesía sosegada y turbulenta, contenida y explosiva, ella es bastante más que una promesa, es una realidad que ojalá encuentre el cauce y las posibilidades de darse a conocer a un público mayor. Lo deseo sinceramente.

Omar Lara